Retomando nuestra colección de reseñas sobre las «historias» del teléfono y las telecomunicaciones en general en los libros antiguos, nos hemos topado con aquellos viejos y fantásticos albúmes de cromos que con afán y no poco esfuerzo coleccionaban nuestros padres y abuelos. Muchos de ellos, de una calidad de contenidos sorprendente. Las «estampitas» generalmente encoladas, se conseguían con la compra de los productos de la marca editor, principalmente chocolates y chocolatinas.
En este caso se trata de «Las Maravillas del Universo» editado por la Sociedad Nestlé en junio de 1955 y que podemos admirar completo en la Biblioteca Digital Hispánica de la Biblioteca Nacional de España.
Entre la multitud de temas que trata, encontramos tres relacionados con las telecomunicaciones: «La historia de la radio» por un tal Marcel Bezençon, y «La televisión» y el que comentamos aquí «Del tam-tam al teléfono», ambos por Jean Pierre Méroz (1917-1982).
Del autor de origen suizo, como la propia empresa chocolatera fundada en 1866, poco más hemos encontrado, salvo que se dedicó fundamentalmente a la enseñanza y que estuvo relacionado con la emisoras de radio suizas de la época.
Reproducimos en las imágenes del archivo digital de la BNE, el articulo completo para su lectura detenida, que podréis hacer mejor pinchando sobre ellas.
Y las páginas siguientes.
Aunque la terminología empleada por el traductor es mejorable, sorprende la cantidad de información presentada en una síntesis tan reducida.
Como era de esperar por la fecha (1955), al mencionar a los padres del teléfono, Bell y Gray, ignora a Meucci, pero no a muchos de los precursores en la telegrafía (incluida la «sin hilos»): Chappe, Lesage, Morse, Branly y Marconi, para dejarse llevar finalmente por la influencia francófona del autor:
«Pero reconozcamos que fue un francés, Charles Bourseul, empleado de los telégrafos en París, quien ya en 1854 estudió el principio del aparato de «transmisión de la voz por la conductividad eléctrica»..»
Continua ilustrando las novedades telefónicas del momento, con las grandes centrales manuales interurbanas (que necesitan a la «señoritas del teléfono») y las modernas centrales automáticas urbanas, con lo que parece, sin duda, una central Strowger. Completan las imágenes una galería de cables de cubierta de plomo y una curiosa cabina telefónica con sus directorios de abonados (las guías telefónicas locales) en papel.
Termina citando los avances en la comunicación con ultramar gracias a la «telefonía sin hilos», con América desde 1927 y vaticina «al ritmo del progreso actual» el que pronto todos podremos comunicarnos «desde un tren o un automóvil en marcha», como ya se hace en algunos países.
Continua comentado...