1892. «Pirateando» una ópera por teléfono…

En recuerdo de Gloria Sanllorente.

Términos como «streaming» o «pirateo» (de contenidos de audio o vídeo) son conocidos por la mayoría de nosotros en mayor o menor medida según nuestro grado de «digitalización». Sin embargo, no es de general conocimiento, que dichos términos se podrían haber aplicado con las debidas reservas, hace ya 130 años, al caso que aquí contamos.

Entre los documentos y notas que nuestra infatigable y recordada colega burgalesa, Gloria Sanllorente, nos envió en su momento, encontramos el muy interesante artículo de prensa firmado por Ángel María Castell (1) y publicado en el «Diario de Burgos» el 21 de abril de 1936, «Recuerdos de otros tiempos. Otro burgalés ilustre» (2) que se reproduce a continuación. Léase detenidamente antes de continuar (pinchar sobre la imagen de la derecha para poder aumentarla).

Su lectura no tiene desperdicio y la cantidad de información que nos da nos abruma.., intentaremos dar luz de mucho de lo que se nos cuenta, procurando no perder el hecho principal que nos interesa, que es la transmisión pionera de una pieza musical a larga distancia, en 1892, al menos desde Madrid a San Sebastián (pero quizás hasta la francesa Burdeos…) a través de los hilos telegráficos.

«Horas antes me llamó Sesmeros a su despacho y me dijo que por la noche podríamos oir el Otelo él y yo nada más, y encerrados en una dependencia de aquellas oficinas, merced a una combinación obra suya. En el Teatro Real existía un hilo telefónico a la central telegráfica de Madrid, hilo que se pondría en contacto con uno de los hilos Hughes de Burdeos. Al pasar la trasmisión por San Sebastián y en virtud de un pequeño aparato inventado y construido por él captaríamos las sonoridades transmitidas, las oiríamos y nos deleitaríamos.»

Vamos por pasos…

Audiciones telefónicas de las óperas del Teatro Real

Ya sabemos que, en los inicios del teléfono, una sus primeras aplicaciones fue la audición a distancia de conciertos y representaciones desde los teatros y auditorios. Así, por ejemplo, Villoslada en su libro de «Telefonía Práctica» de 1923, que encontraréis en esta entrada, en sus páginas 147 a 149 nos describe cómo eran las instalaciones dedicadas a tal fin, cuyos esquemas vemos en las figuras adjuntas.

Las «placas telefónicas» encargadas de recoger el sonido, es decir los micrófonos, eran los más usados en aquel momento del tipo Ader, cajas rectangulares con una lámina superior de pino de máximo 2 mm debajo de las cuales unas barras de carbón conectadas al circuito alimentado por pilas trasformaban la presión sonora en variaciones de la corriente (ver el citado libro página 93).

En las salas de audición el público «oyente» disponía de sus correspondientes auriculares individuales, uno o dos, pudiendo en ese caso tener una sensación similar a la estereofonía.

Sin duda un montaje similar era el que la Sociedad Madrileña de Teléfonos tenía instalado en el Teatro Real de Madrid en aquella temporada 1891/2 de Ópera tal y como anunciaba en la prensa. Y de esos circuitos se derivaría la transmisión «pirata» que nos ocupa.

Además de los abonados a las audiciones que tenían acceso a este servicio desde sus domicilios particulares, se disponía de salas de audición, como la mencionada del «Continental Express» en la madrileña Carrera de San Jerónimo nº 15, (en la que se ubicaba también uno de los locutorios de la compañía) con salas «exclusivas para señoras».

En los anuncios, tomados de la prensa del momento, podemos ver también las tarifas que aplicaban (3).

Otello de Verdi en el Teatro Real en 1892

Apoyándonos en los datos del texto de Castell y con la ayuda de los estupendos buscadores de las hemerotecas digitales de la BNE, encontramos que el debut del citado tenor Tamagno en el Teatro Real fue en la representación del Otello del jueves 4 de febrero de 1892.

La obra venía representándose desde el otoño del año anterior y hasta el 31 de marzo, por lo que podemos acotar que la «escucha» que se nos cuenta fue de una de las representaciones de la ópera de Verdi realizada entre el 2 de febrero y el 31 de marzo del 1892, ambos inclusive.

«Y así fué: oímos hasta los batutazos de Mancinelli en el atril, y en los apianados de los instrumentos y las voces percibíamos el tac tac tac de los hilos del Hughes que desde Madrid se comunicaba con Burdeos,»

En la prensa del momento encontramos muchas y buenas críticas de las actuaciones sobre todo del mencionado y famoso tenor Francesco Tamagno (1850-1905), pero también del barítono Ignacio Tabuyo (1863-1945). Véanse algunas en los enlaces que se apuntan en las notas (4).

«En el final del acto tercero… Yago… exclama cínico y despiadado ¡Ecco il leone! Pero Tabuyo sin darse cuenta de la proximidad de los teléfonos y exaltado… y confiado en que la sonoridad de la orquesta no dejaría oir al público … exclamaba ¡bellaco!, ¡necio!, ¡papanatas!. Lo oímos desde San Sebastián Sesmeros y yo, y desde Madrid todos los que aquella noche oyeron Otelo por teléfono.»

Llegados hasta aquí, es el momento de preguntarnos quién era el misterioso «Sabelotodo» capaz de escuchar aquella ópera desde San Sebastián.

Francisco Rodríguez y González Sesmeros (¿?-1908)

¿Quién fue este tal Rodríguez Sesmeros, oficial de artillería, telegrafista y electricista…?

Sabemos que fue burgalés de nacimiento, pero no hemos encontrado la fecha concreta, la de su fallecimiento si, según encontramos en la prensa, fue en la localidad de Rioseras (Burgos) Burgos el 24 de agosto de 1908, estando ya jubilado (5).

Si confirmamos su temprana afición por el bel canto y sobre su actividad como intérprete de zarzuela en el Liceo de Burgos, hay referencias en «El Heraldo de Castilla«, del 7 de diciembre de 1881 y «El Papa-Moscas«, del 11 de diciembre de 1881.

Pero es en relación a su actividad profesional en Telégrafos dónde efectivamente, encontramos a nuestro referido personaje en la Revista de Telégrafos de mayo de 1890, con su nombre completo, citado en una noticia que confirma su capacidad como «inventor»…

Noticia inserta en la Revista de Telégrafos nº 235 de mayo de 1890

Y ya a partir de aquí es fácil encontrar varias referencias de los inventos de nuestro protagonista, que destacó también como emprendedor en el mundo de las telecomunicaciones, de lo que dan cuenta las piezas, por el diseñadas, que se conservan en el Museo Postal y Telegráfico fechadas en 1900.

Un elemento conmutador para pruebas de su invención.

O estos «Aisladores del Sistema Sesmero» de los que también se habla en la revista Electrón de 1897

Como ya sabemos, en 1892 era Director-jefe de la Estación Telegráfica de San Sebastián, llegando posteriormente en 1900, al puesto de Inspector General de Telégrafos.

En esa primera época donostiarra se completaban las obras del Palacio de Miramar en San Sebastián, terminado en 1893, por lo que los comentarios que nos hace llegar Castell sobre la participación de nuestro protagonista en la parte «eléctrica» de la villa y su relación con la Reina Regente son totalmente plausibles.

Evidentemente con este bagaje, nuestro protagonista tenía capacidades suficientes para intentar con éxito la experiencia de pirateo que nos cuenta Castell y que por ser «oficiosa» se quiso mantener en el anonimato hasta que más de cuatro décadas después lo publicó el «Diario de Burgos», pasando desapercibido tan destacado evento.

«Nada, pues escribí y aquel prodigioso invento de Sesmeros estableciendo una transmisión telefónica a distancia de cientos de kilómetros, cuando hacía pocos meses le habían ponderado con bombo y platillos la primera comunicación telefónica con su correspondiente hilo entre París y Bruselas, aquella asombrosa labor de un electricista ilustre y español quedó envuelta en el misterio del silencio»

Sobre esa «primeras» comunicaciones telefónicas de larga distancia sobre hilos telegráficos, encontramos en la prensa referencias de los ensayos realizados también en España, precisamente entre Madrid y San Sebastián en el verano de 1891 (6) en los que con toda probabilidad participaría nuestro protagonista y en base a los cuales urdiría el sistema que, meses después emplearía para las «escuchas» operísticas.

Y es que como comenzaba y terminaba Castell, y nosotros…

«-¡Era un sabio y lo ignorábamos…! ¡Eso nos ocurre con frecuencia a los españoles!»

De una popular zarzuela bufa (¿?) estrenada en el último tercio del siglo XIX.

Notas:

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Publicado en Archivos, Cultura, Historia, Protagonistas, Telefonía, Telegrafía, Transmisión

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