La llegada de la C.T.N.E. a Canarias

Por Rafael Pérez Jiménez.

Continua el profesor Rafael Pérez, en esta nueva entrega describiendo un tercer periodo de la historia de la telefonía en Canarias a partir de llegada de la CTNE en 1924. En una primera nos contaba los orígenes y en la segunda el periodo posterior a la primera guerra mundial.

En posts anteriores se ha descrito la evolución de la telefonía en el Archipiélago canario hasta el establecimiento en España del monopolio telefónico, graciosamente otorgado por el gobierno de la dictadura de Primo de Rivera a la ITT. Las redes de titularidad estatal en Canarias, gestionadas por Correos y Telégrafos, fueron cedidas a Telefónica de forma casi inmediata a la creación de la compañía, el 1 de noviembre de 1924, e incluían la Red de Las Palmas de Gran Canaria y algunas pequeñas redes insulares en Fuerteventura, Lanzarote, La Palma y La Gomera por un importe cercano a los diecisiete millones y medio de pesetas. Sorprendentemente, la incautación no produjo ningún comentario negativo en la prensa local canaria, seguramente por la aceptación tácita de la necesidad de reorganizar el servicio y al hartazgo por las malas condiciones técnicas de las redes. Al contrario, en Gran Canaria se hicieron llamamientos a que el nuevo concesionario se hiciera cargo, de una vez, de la tan postergada red insular a las poblaciones que permanecían sin conexión: las del sur y el centro de la isla, además de La Aldea y Mogán.

En mayo de 1925 el consejo de administración de Telefónica aprobó la adquisición de las redes bajo propiedad de la Sociedad de Teléfonos de Tenerife (STT), de la Sociedad de Teléfonos de La Orotava (STO) y de Carmen Castellanos y Roma (esta última, dueña de la Red Telefónica de Arucas), de nuevo con indemnizaciones calculadas de acuerdo a los costes fijados para las redes estatales, resultando unas 300.000 pesetas para la STT, 80.000 para la STO y algo menos de 50.000 para la red de Arucas. En el momento de la incorporación de las redes canarias, la red urbana de Las Palmas contaba con 560 abonados (unos 380 en Las Palmas, 168 en el Puerto de la Luz y alrededor de 20 en Telde); la de Arucas con unos 130 (104 en Arucas, 20 en Bañaderos y el resto entre Gáldar, Guía y Moya); la Sociedad de Teléfonos de Tenerife tenía cerca de 930 (con unos 520 en Santa Cruz y 170 en La Laguna) y la de La Orotava unos 250 (alrededor de 180 en La Orotava y 42 en Puerto de la Cruz). En Lanzarote la cifra rondaba los 50, mientras en La Palma había cerca de 130 (con unos 110 en Santa Cruz y alrededor de 20 en Los Llanos y alrededores). En el resto de las islas no puede hablarse de abonados como tales, sino de teléfonos (estaciones) que daban servicio a una zona.

La red seguía basándose en exclusiva en tendidos aéreos dependientes de postes y había causado graves problemas al entrar en contacto con otros tendidos, como las redes telegráficas, los tendidos eléctricos o los de los tranvías. Era prioritario acometer la tan largamente aplazada renovación de las redes urbanas, soterrando las líneas principales y renovando los cuadros de conexión, antes de proceder a la expansión del número de abonados, lo que permitiría mejorar la rentabilidad de la empresa. CTNE se volcó en primer lugar en la mejora de las degradadas redes de las capitales canarias. Así, planificó una inversión para tender 10.000 conductores enterrados en Las Palmas para mejorar la conexión entre las centrales principales (la del propio núcleo urbano, situada en la calle Domingo J. Navarro, y la del Puerto de la Luz, cerca del Parque de Santa Catalina), que se finalizó en abril de 1927. De igual forma, en octubre de ese mismo año, CTNE presentó en el ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife una “memoria y planos relacionados con la construcción de una nueva red subterránea que serviría al servicio automático de telefonía”, así como abordó la construcción de una nueva central para la capital de la isla, que inauguró el director territorial de la misma, José De las Parras el 11 de julio de 1928, al tiempo que se cerraba la antigua central de la calle Castillo. Hubiese sido de esperar que, con estas nuevas instalaciones el crecimiento del número de abonados en las dos mayores redes urbanas hubiera sido rápido y continuo (véase gráfico 1). Sin embargo, en los primeros ejercicios en Santa Cruz y, sobre todo, en Las Palmas hubo un descenso inicial del número de usuarios. Esto se debía a varias causas: el calamitoso estado de las líneas y a la adaptación de las centrales; también, al efecto de la detección de fraude por parte de los usuarios que “pinchaban” una línea para dar servicio a varios abonados, pero, sobre todo, era debido al impacto de las tarifas que fijaba la nueva empresa.

En el caso canario, esta subida de precios fue cercana al 100%, lo que suponía un coste mensual del abono de 25 pesetas, y se tradujo inmediatamente en quejas por parte de los usuarios de los que no solo se hizo eco la prensa, sino que desembocaron, el 19 de julio de 1928, en una reunión en el Círculo Mercantil de Las Palmas, con asistencia de representantes de numerosas entidades sociales, convocadas por el Círculo Mercantil, en el que se acordó dirigir un telegrama de protesta al presidente del Consejo de ministros, al ministro de la Gobernación y al director de la Compañía Telefónica Nacional señalando que “al aplicar a Canarias la misma tarifa que en la Península se comete una enorme injusticia dado que el aprovechamiento teléfono en las islas es distinto del que disfrutan las provincias peninsulares que pueden comunicarse con todo el territorio español incluso con el extranjero”. Esta protesta, unida a la de otras ciudades, tomo tal proporción que Primo de Rivera se vio forzado a decretar la suspensión de los actos que hubieran de celebrarse por los reclamantes contra la imposición de Telefónica, a la vez que se daban órdenes a los censores para que la prensa no publicase ninguna noticia relacionada con este asunto. En Las Palmas la pérdida de abonados en el periodo 1926-28 fue de un 14%. Otras ciudades como Arucas, La Orotava o La Laguna experimentaron pérdidas mayores (hasta un 35% en Arucas). Lo que si permitió el mayor “músculo” económico de la empresa concesionaria fue acometer la tan necesaria expansión insular, como muestra el mapa 1.

En cualquier caso, y pese a todas estas obras e inauguraciones, no puede hablarse en puridad de que Gran Canaria contase con una auténtica red insular, ya que seguía teniendo fuera de la red casi un 50% de su territorio. Esto incluía todos los -entonces- pequeños enclaves de la zona costera del sur, así como los municipios de la zona de la cumbre (Tejeda y Artenara) y la zona Este (La Aldea y Mogán), o como ya comentaba un artículo de 1923: “los de siempre; los que han tenido que vencer más dificultades para tener carreteras, puertos, etc.”.

En el caso de Tenerife la Red Telefónica Insular de Tenerife, que entonces contaba con algo menos de 700 abonados, fue dejada al margen de esta ola de expropiaciones, abriendo un periodo de forzada cohabitación con CTNE. Sin embargo, no puede hablarse de que existiese un régimen de competencia pues ambas mantenían la exclusiva del servicio en sus áreas de influencia. El modelo de la compañía del Cabildo se había centrado más en la búsqueda de lo que hoy llamaríamos “rentabilidad social”, basada en el hecho de interconectar prácticamente todos los núcleos habitados de la isla, que en la consecución de beneficios económicos. En la institución insular coexistían tendencias tanto a favor como en contra de desprenderse de una inversión de dudosa rentabilidad, pero que había logrado una accesibilidad casi universal, al menos en lo que al territorio se refiere, dado una gran visibilidad al Cabildo de cara a sus administrados.

La red del Cabildo controlaba la vital línea entre Santa Cruz y el Puerto de la Cruz, por lo que la red del valle de La Orotava quedaba aislada de la de la Capital y, por ende, de las posibles conexiones interinsulares o a la Península que de ella partieran. Esto limitaba el tráfico de CTNE en la isla, mientras que las redes urbanas de algunas poblaciones de mediano tamaño en Tenerife controladas por la RTIT, como Güimar, Icod o Garachico, vivieron un incremento en su número de abonados que no tuvo parangón en las demás islas. Por otra parte, la prioridad de la actuación de CTNE se tuvo que dirigir primero hacia la reparación y mejora de los tendidos urbanos para luego buscar conectar sus líneas del Puerto de la Cruz con la capital. Esta conexión estaba sujeta a las condiciones de las licencias urbanas que CTNE había heredado, y que fijaban los radios de acción permitidos a ambas concesiones en 15 km, según el Reglamento de 1920, quedando sus extremos separados solo una distancia de unos quinientos metros, vano que solo se podía salvar a través de la RTIT. En 1926 CTNE había planteado una demanda contra la resolución del Cabildo por impedir la unión de las líneas de las dos concesiones urbanas, que fue finalmente desestimada en 1929. Pese a eso, la Compañía inició unilateralmente el tendido de una línea de interconexión, por lo que el Cabildo acordó ejecutar acciones legales y esta obra fue nuevamente paralizada en julio de 1930. Dado el punto muerto al que se había llegado, y la necesidad de asegurar la convivencia entre las redes, en julio de 1930 el Cabildo acordó desistir de las actuaciones judiciales y buscó firmar un acuerdo con CTNE. Con este se buscaba, a cambio de facilitar la interconexión entre las líneas de Santa Cruz y el Valle de La Orotava a las comunicaciones de Telefónica, lograr enlazar las líneas del Cabildo con el cable submarino que comunicaba Tenerife con Gran Canaria desde 1929, y con la red radiotelegráfica que, a partir de enero de 1931, conectaría Canarias con la Península y el resto del mundo (y que será objeto de otro post). A este fin se desplazó a Madrid en noviembre de 1930 el recién elegido presidente del Cabildo, Américo López Méndez, que -según declaraba la prensa local- se había reunido con directivos de la Compañía Telefónica Nacional de España y “llegado a un acuerdo para conectar las líneas del Cabildo con la instalación de la Compañía que comunica con Las Palmas, mediante el cual la red insular quedará en aptitud para dar y recibir comunicación con aquella ciudad y con el Extranjero”, sin embargo, no hay constancia en las actas del Cabildo de que se recibiese la ratificación de tal acuerdo por parte de CTNE quedando la situación, todo lo más, en un impasse.

Por lo que respecta a las demás islas, sólo puede hablarse de redes telefónicas como tales en Lanzarote y La Palma. La red de Lanzarote, que databa de 1916, prácticamente estaba fuera de servicio en su totalidad en 1924. De los 53 abonados que oficialmente estaban dados de alta ese año en Arrecife apenas seguían constando 10 dos años más tarde (de hecho, no se volvería a contar con 50 líneas contratadas hasta bien entrada la década de 1940). Fue necesario volver a tender todos los cables y sustituir los postes y cuadros de conexión comenzando prácticamente la red de cero. Hasta diez años más tarde (1934) no se pudo reconstruir una malla que cubriera los principales núcleos de la isla: Haría, Teguise, Tinajo y San Bartolomé. El caso de La Palma (mapa 3) merece una mención aparte ya que allí si se había mantenido una red bastante completa formada por líneas particulares y otras operadas por Correos y Telégrafos, aunque con apoyo financiero del Cabildo. Tras la incautación de la red por parte de CTNE se volvieron a tender las líneas entre Santa Cruz, Breña Alta y Mazo (obra entregada en 1928), que conectaba desde allí con Los Llanos y Tazacorte, desde donde se construyó una nueva hasta Garafía (finalizada en 1930). La capital palmera contaba con una red urbana muy apreciable (con 116 abonados) y registraba un crecimiento de abonados cercano a un 10% anual, pero además había redes urbanas en Los Llanos de Aridane (30 líneas), Tazacorte (32) y Garafía (12).

En el resto de las islas la telefonía era algo casi anecdótico: cuando CTNE se hizo cargo de la red, en Fuerteventura sólo estaba plenamente operativo el locutorio en Puerto del Rosario (entonces Puerto de Cabras). Sin embargo, poco después (1927) se repuso la conexión con la zona norte (La Oliva y Tetir), con Antigua en 1928 y con Gran Tarajal en 1929 (mapa 4). Tampoco en La Gomera o El Hierro puede hablarse de abonados como tales: en San Sebastián de la Gomera solo había 2 terminales, uno de servicio público y otro para tráfico oficial en el Cabildo), mientras que en El Hierro se mantenía una única línea entre Valverde y Puerto de la Estaca (renovada en 1928).

Por tanto, cuando se produjo la proclamación de la II República, la red telefónica en Canarias seguía siendo pequeña y fundamental manual, dando sólo servicio a los núcleos urbanos salvo en el caso de Tenerife. Sin embargo, en este periodo de cambio político se produjo un hecho de enorme relevancia como fue la conexión interinsular entre las dos islas capitalinas y, posteriormente, el enlace a la Península y, por tanto, al mundo. Algo que será objeto de otra entrada de esta serie.

Fuente: T. Maisch (Colección de fotos antiguas de Gran Canaria, Cabildo de G.C).

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