Recordando al escritor siciliano Andrea Camilleri recientemente fallecido, y gracias a la recomendación de nuestro colega Emilio Borque, hemos leído «La concesión del teléfono» escrita en 1998 por el prolífico creador del comisario Montalbano.
Ambientada en 1891, nos retrata la sociedad siciliana de los primeros años de la unidad italiana. Divertida y con el humor característico del autor, tiene una curiosa estructura, no muy frecuente, en la que se cuenta la historia alternando capítulos con los diversos escritos que se cruzan los protagonistas, con otros de breves diálogos entre ellos.
La excusa, que nos relaciona con la temática «telefónica» es la misma que da título a la novela y que le sirve a Camilleri para dibujarnos aquella sociedad que ya fue magistralmente retratada por Giuseppe Tomasi di Lampedusa en El Gatopardo.
A finales del siglo XIX, el teléfono era todavía una reciente invención cuya aplicación no era entendida por la mayoría y eran sólo unos pocos caprichosos y acaudalados los que llegaban a encontrarle uso en sus negocios.
En aquellas fechas, en Europa, sólo las grandes urbes comenzaban a disponer de incipientes redes locales, de como máximo unos pocos centenares de estaciones, mayoritariamente en manos de las administraciones y unos pocos abonados particulares. Por supuesto la posibilidad de establecer una conferencia interubana o de larga distancia, era prácticamente inexistente.
En este contexto, al margen de esas pocas redes urbanas, era fundamentalmente la difusión de las innovaciones del momento, que se hacían en las escasas revistas ilustradas y en las Exposiciones Universales, como las de Paris de 1878 y 1889, las que animaban a los magnates y emprendedores a «hacerse con aquellos modernos artilugios» fruto de los avances de la ciencia, instalándose sus propias lineas telefónicas privadas…. si las autoridades se lo permitían.
Así, según nos cuenta Camilleri, el protagonista de nuestra novela, tiene que superar infinidad de trámites y trabas de todo tipo, para conseguir su objetivo.
Además del proyecto de la línea especificando el trazado, los postes y demás elementos precisos, los correspondientes permisos de paso, certificados y juramentos de todo tipo…
Centrándonos el los aspectos técnicos, el modelo de teléfono proyectado para la instalación de la línea era, según se detalla, de la casa Ader-Bell.
«Esta administración proporciona equipos telefónicos Ader-Bell, aquellos para uso privado carecen de conmutador, es decir,que el aparato receptor (y a su vez, transmisor) sólo podrá ser activado por la llamada del aparato transmisor (y, a la vez, receptor). No es posible, por tanto, la llamada a otras líneas telefónicas.
Aunque se trata de una ficción, hemos investigado sobre los posibles modelos aplicables al caso. Para ello seguimos los detalles adicionales que se añaden.
«El equipo, que necesita un espacio despejado en la pared de al menos 1,50 m de base por 2,30 m de altura, funciona con dos pilas. Una está destinada a formar el circuito que sirve para hacer sonar el timbre; la otra sirve para alimentar la corriente que circula por el aparato, del transmisor al receptor.»
Además recurrimos, una vez más, al trabajo del maestro Jose María Romeo, que en este trabajo nos describe las características del diseño y la evolución de los primeros teléfonos.
Según todo ello, la instalación en cada uno de sus extremos podía ser similar a la que se representa en el grabado que reproducimos. Aunque Camilleri no nos lo dice, queremos pensar que el aparato tendría doble auricular como parece que tenían todos los modelos de la citada marca.
Se trataría de un modelo «galvánico» (y no de magneto -ver nota al pié-), es decir que el timbre de avisador de la llamada era de corriente continua generada en una de las pilas. Pilas que por otra parte, aún no serían «secas» (que se inventaron hacia 1886) tal y como las representadas.
Una instalación muy parecida, sin duda sería la de la primera línea telefónica, también privada en España, montada en Fregenal de la Sierra en 1880 por Rodrigo Sánchez Arjona, a la que nos hemos referido en varias ocasiones. En aquél caso los aparatos eran del tipo Grower-Bell, uno de los cuales podemos contemplar en la Exposición permanente de la historia de las telecomunicaciones, de la Fundación Telefónica en Mafrid.
La historia de la concesión, diseño, instalación y explotación de la línea de Fregenal, no es menos interesante y fue complicada casi como la que nos narra Camilleri (al menos en cuanto a los papeleos…). La podemos leer con todo detalle en éste trabajo de Gilles Multigner y Rafael Romero Frías de 2008 “Las primeras comunicaciones telefónicas en Extremadura” y en el libro editado en 2011, “¡Aquí Sevilla… Oiga Fregenal! Albores de la telefonía en España” de Jose Manuel Holgado Brenes en Guadalturia Editores.
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Nota: El lector puntilloso de la novela, encontrará alguna incoherencia, cuando al describir las primeras llamadas de prueba de la instalación, se hace referencia a la actuación de una «manivela» para provocar la actuación del timbre de llamada en la estación distante. Obviamente se trata de la manivela de una magneto generadora de corriente alterna, propia de un modelo de aparato distinto del que se describe en los capítulos previos tal y como hemos mencionado. Es un desliz sin transcendencia que en general pasará totalmente inadvertido.
Oportuna, amena y documentada, esta nueva entrada de Historias de la telefonía, como nos tienen acostumbrados nuestros avispados lagartos.
Seguiremos la recomendación de Emilio y nos sumergiremos, tan pronto como podamos, en esta obra de Camilleri, que desconocíamos.
Como es de bien nacidos ser agradecidos, vaya con estas líneas nuestro reconocimiento por la mención de nuestro trabajo; por cierto, también desconocíamos que estuviera colgado en el Foro y que fuera una versión corregida (lo cual parece ser cierto ¡a tenor de las numerosas erratas tipográficas que se advierten en el texto al que remite el enlace recogido!).
Tampoco conocíamos la obra de Holgado Brenes, que asimismo nos proponemos leer, y sobre la que, antes de hacerlo, nos permitimos dos breves comentarios. El primero se refiere al título del libro: ¡Aquí Fregenal… oiga Sevilla! habría sido, a nuestro juicio, más apropiado, por razones y circunstancias bien conocidas… Y a propósito de leer, la segunda observación: los autores de las reseñas contenidas en los enlaces que se acompañan
[ https://www.sevillapress.com/noticia/25708.html y http://m.aurelio-holgado.webnode.es/products/producto-2-/ ]
no debían de estar muy versados en materia de historia de la telefonía, ya que, afirmar que dicho libro (2011) , es, cuando menos, atrevido…
Cordialmente,
Gilles Multigner y Rafael Romero Frías.
Gilles y Rafael. Como siempre muchas gracias por vuestro inquebrantable apoyo. Desde luego leer a Camilleri es siempre un disfrute seguro. En este caso lo del teléfono es una razón adicional para hacerlo.
En el Foro Histórico de las Telecomunicaciones habrá que revisar el original que está enlazado de vuestro excelente trabajo, que sin duda merece toda la difusión posible, para que otros no se apunten méritos indebidos.
Sorprende un poco que Holgado Brenes, habiendo tenido entre los colaboradores que relaciona en el apartado de Agradecimientos, alguna persona de la Fundación Telefónica, no haya tenido conocimiento previo de vuestro trabajo. Sin duda, en caso contrario, el libro hubiera resultado mucho más completo.
De cualquier forma, todo libro sobre este tema que nos apasiona es bienvenido.
(Si tenéis dificultad para encontrar un ejemplar de cualquiera de ellos, el de Camilleri o el de Holgado, tenéis los míos a vuestra disposición).
Un abrazo. Jose Ramón y Pablo
Queridos amigos:
Una aclaración, que aporta una precisión.
Cometimos un imperdonable error telemático: después de la frase: afirmar que dicho libro (2011), decíamos: recupera, por primera vez, la historia de la telefonía en Sevilla y en España, es….. En otras palabras, entrecomillábamos: recupera, por primera vez, la historia de la telefonía en Sevilla y en España. Y ha desaparecido tanto el entrecomillado como su contenido, con lo cual no se entiende nada o se entiende lo que no pretendíamos decir: no nos referíamos a nuestro modesto trabajo, sino a la afirmación contenida en los enlaces mencionados y reproducida en el entrecomillado, relativa a que la obra era la primera en su género. Y eso era, y es, lo que nos parece atrevido.
Confiamos en haber aclarado esta confusión y precisado que no somos tan vanidosos…
Dicho lo cual, gracias por vuestro comentario y por vuestro ofrecimiento.
Otro abrazo para los dos,
Gilles y Rafael
Aunque se sobrentendía perfectamente por el contexto, queda hecha la aclaración para mayor precisión.
Gracias a lo dos por la atención que nos prestáis.