Orígenes de la telefonía en Canarias: la primera comunicación telefónica interinsular y con la Península

Por Rafael Pérez Jiménez.

En esta cuarta entrega, continúa Rafael Pérez, contándonos más detalles de la interesante historia de la telefonía canaria, concretamente los detalles de las primeras interconexiones de larga distancia.

En los posts anteriores de esta serie1 se ha hablado de las redes telefónicas insulares como un conjunto de sistemas aislados. Sin embargo, una de las líneas de trabajo que al final de la Gran Guerra se comenzó a atisbar era la posible conexión de las redes insulares para, en primer lugar, enlazar las distintas islas entre sí, para luego permitir su conexión con la Península y el resto del mundo. Se trataba de un reto muy complejo técnicamente para el que se contaba con dos alternativas: la primera, que se puede considerar “clásica”, se basaba en el tendido de un cable submarino, pero, y a diferencia de lo que ocurría con los cables telegráficos, los requisitos para transmitir una señal compuesta de múltiples tonos de frecuencia, en términos de atenuación, evitación de ecos y otros problemas, hacía que el tendido de un cable telefónico hasta la Península fuera todavía inabordable. Sin embargo, estaba dentro de lo posible acometer con esta solución tramos más cortos, como los que se requerían para la conexión entre islas.

La segunda solución era la radiotelefonía, ya que se habían producido grandes avances durante la guerra en el campo de la transmisión de voz a través de canales radio, y ya se atisbaba como una solución técnicamente posible para la comunicación transatlántica, aunque la inestabilidad de los canales atmosféricos que se empleaban en esa época, y las grandes potencias de señal a utilizar por los transmisores complicaban convertir esta posibilidad en una realidad técnica. Tras los trabajos pioneros de De Forest en Estados Unidos, uno de sus discípulos, Antonio Castilla, intensificó sus trabajos en la telefonía sin hilos, pretendiendo crear una red radiotelefónica que cubriese todo el territorio español. A tal fin, Rufino de Orbe, representante de la De Forest Radio Telephone & Telegraph Company presentó el 2 de octubre de 1916 al ministerio de la Gobernación un proyecto dirigido por Castilla para establecer el servicio público de radiotelefonía en la Península, Canarias, Baleares, y plazas españolas del Norte de África, compuesto por 27 estaciones de primera categoría (entre ellas Las Palmas) y 6 de segunda (incluyendo Tenerife)2. Para dar una idea de la viabilidad de la propuesta, se mencionaba el alcance máximo logrado en las pruebas del radioteléfono efectuadas por De Forest entre Arlington y Honolulú donde se llegó a alcanzar una distancia de 7000 kilómetros, por lo que podían interconectarse todas las estaciones, “puesto que desde Coruña a Tenerife solamente hay 2500 kilómetros de distancia”3. En septiembre de 1916 Rufino de Orbe, su hermano Luis, Antonio Castilla y un grupo de capitalistas bilbaínos fundaron la Compañía Ibérica de Telecomunicación (CIT) que contaba con la exclusividad de explotación de las patentes de De Forest en España y Portugal4.

En noviembre de 1918, la CIT se puso en contacto con el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria y el Cabildo de Tenerife, solicitando su apoyo para establecer un enlace “radiotelefónico” entre Gran Canaria y la Península, algo que ambos consideraron interesante, si bien algo precipitado para el estado de la tecnología en ese momento. En febrero de 1919 el Cabildo de Tenerife y su homólogo grancanario se pusieron de acuerdo para, como solución alternativa, “prestar su concurso para la recomposición del cable viejo con destino a la comunicación telefónica entre Tenerife y Gran Canaria”. Se referían al cable interinsular de 1883, muy dañado, y que había sido complementado por uno nuevo en 1908. Casi al mismo tiempo la corporación tinerfeña aprobaba trasladar a su comisión de Fomento una proposición para estudiar la conveniencia de establecer la telefonía sin hilos entre todas las Islas, y transmitiéndola también a su homólogo de Gran Canaria. En mayo de 1921 se recibió el dictamen de la comisión de Fomento, que indicaba que la radiotelefonía era la solución técnica preferible, aunque también se acordó por unanimidad “esperar a que se perfeccione dicho invento para decidir lo que proceda”. En 1923 se retomó el tema de forma bastante más sistemática, aunque el coste estimado por la Compañía para la instalación del enlace Canarias-Península era de unas 50.000 pesetas (una valoración muy optimista, visto el coste que tuvo la instalación posterior). El diario La Provincia se hacía eco de esta petición y urgía a que el esfuerzo económico para habilitar el enlace fuera compartido por las instituciones.

En mayo de ese año, César Mausberger, representante de AEG Ibérica en Canarias y encargado de las obras de tendido de la RTIT, escribió una carta al director de La Provincia argumentando que también su empresa podía presentar un proyecto que “permite el establecimiento de comunicación telefónica entre Las Palmas y todas las Islas Canarias, mediante una antena en forma de T de 45 metros de altura”. Según su propuesta, se establecería una emisora de 0,5 KW con un transmisor tubular trabajando en la banda entre 150 y 500 kHz. Se trataba del mismo modelo que había sido probado por los ingenieros del Ejército en Carabanchel ese año y se esperaba que contase con un alcance de unos 200 kilómetros, “lo que permitiría conectar Gran Canaria con todas las Islas Canarias”. Aún faltaba mucho para hacer de esto una alternativa viable y, además, una propuesta así excedía las posibilidades financieras de los Cabildos, además de que difícilmente se podía hacer compatible con la concesión de la que disfrutaba en ese momento la Compañía Nacional de Telegrafía Sin Hilos (CNTSH).

Al llegar CTNE a Canarias pasó, merced al contrato-programa con la Administración, a tener asignadas todas las atribuciones en telefonía interurbana e internacional. Una de sus primeras acciones tras la concesión del monopolio fue establecer en 1924, durante la guerra del Rif, la comunicación telefónica entre Madrid y Tetuán (Marruecos) utilizando uno de los cables telegráficos gubernamentales existentes entre Algeciras y Ceuta, algo que fue fácil justificar dada la situación de emergencia nacional que suponía este conflicto. Eso abrió la puerta al uso potencial de estas infraestructuras en desuso para el nuevo servicio telefónico, lo que justificaba el interés de la compañía por su rehabilitación. Poco después, en mayo de 1927, y en el ambiente previo al desembarco de Alhucemas, Telefónica planteó tender un cable propio para asegurar el servicio entre la Península y Ceuta mediante un enlace submarino de 19,7 millas náuticas de longitud y, simultáneamente, el servicio entre las islas de Tenerife y Gran Canaria, mediante un cable de 39,7 millas náuticas entre Regla, a 1 km de la central de Santa Cruz de Tenerife, y la bahía de Sardina, en Gáldar5. Su propósito, además de posibilitar la comunicación interinsular, era servir de soporte para el servicio con la Península que proporcionaría una estación de radiotelefonía y que, gracias a esta conexión submarina, podría prestar servicio a ambas islas independientemente de que estuviese situada en Gran Canaria o Tenerife. La radiotelefonía ya era una realidad comercial al menos desde 1927. La propia CTNE había establecido servicios con Estados Unidos (1928) o Cuba (enero de 1929), entre otros, cubriendo distancias mucho mayores, por lo que no se trataba de un proyecto innovador ni existía un riesgo tecnológico en su implementación. De su retraso en ponerse en funcionamiento hasta enero de 1931 fue, sin duda, mucho más culpable la situación económica internacional a partir del “crash” bursátil de octubre de 1929 que cualesquiera otras causas técnicas o comerciales.

El modelo de cable a tender era similar al usado en Catalina Island, que conectaba esta isla y San Francisco en California, en EE.UU. aunque en ese caso la distancia que se había cubierto era mucho menor. De hecho, el cable entre las capitales canarias suponía un reto porque era la mayor distancia cubierta hasta ese momento, algo que se complicaba aún más ya por la considerable profundidad en esa zona al alcanzar un máximo de 1,500 brazas (unos 2.500 metros). Sin embargo, en la justificación del proyecto que publicaba en la revista Electrical Communication, Frederic T. Caldwell (en ese momento ingeniero jefe de CTNE y vicepresidente de ITT-España) justificaba la necesidad del cable porque «se trata de los principales centros de comercio en Canarias (…). Estas dos ciudades son puertos de escala para un gran número de líneas de vapores entre Europa, América del Sur y Sudáfrica. Las islas obtienen una cantidad considerable de ingresos del comercio de exportación de frutas, el tráfico de turistas y el abastecimiento de combustible a buques”.

Por conveniencia se decidió diseñar los dos cables (Algeciras-Ceuta y Tenerife-Gran Canaria) simultáneamente, y siguiendo un mismo modelo, algo que permitía simplificar tanto el mantenimiento como la gestión de repuestos, aunque uno tuviera sólo la mitad de longitud del otro. La planificación preliminar de estos sistemas fue llevada a cabo en colaboración entre ITT-España y la Internacional Standard Electric Corp., siendo el primero responsable de las estaciones repetidoras, líneas terrestres e ingeniería de equipos, mientras que la última actuó como consultora para la fabricación y el tendido de los cables. La tecnología de diseño, revestimiento y tendido de este tipo de líneas había evolucionado mucho desde los tiempos “heroicos” del primer enlace telegráfico a Canarias. El cable, cuyo diseño y memoria técnica describen con detalle una serie de artículos, el ya citado de Fred Cadwell, ingeniero jefe de CTNE, y otros de Kenneth Latimer y John Vezey, ingenieros de Internacional Standard Electric Corp.,) son accesibles en este enlace.

Portada del número de Electrical Communication de abril de 1931

Éste consistía en un solo núcleo central rodeado por cintas de cobre y recubierto de gutapercha. La idea de este tipo de cable fue desarrollada por la empresa Devaux-Charbonnel en 1913 y buscaba minimizar la cantidad de gutapercha (que era, con mucho, el artículo más caro de los utilizados en la fabricación de cables submarinos). De hecho, se consideraba que un parámetro de calidad en el diseño de estos tendidos era maximizar la relación entre el peso del cobre y el peso de gutapercha, manteniendo el espesor de aislamiento mínimo permitido. A esta estructura se le añadía distintos tipos de armadura en función de las características de la costa. En el caso canario, dado que la costa es bastante abierta y rocosa (sobre todo en el lado tinerfeño), para el amarre fue necesario usar el modelo de doble armadura.

El cable soportaba un solo circuito, aunque estaba preparado para que pudiesen establecerse dos comunicaciones más en alta frecuencia (30kHz) con lo cual se podrían mantener tres comunicaciones simultáneas entre ambas islas, aunque según una nota de la compañía “nunca se llegará a necesitar el máximo rendimiento de la instalación, pues en el supuesto de que el cable trabajara sin cesar por los tres circuitos a la vez, y teniendo en cuenta que en un tráfico bien organizado bastan seis minutos para cada conferencia, tres para obtenerla y tres que es la duración normal de ella, permitiría conseguir 720 en las veinticuatro horas”6 lo que, a la luz del volumen de tráfico actual entre las Islas, se trataba de una demostración más de lo arriesgado que resulta usar los términos “nunca” o “siempre” en una previsión referida al avance de la tecnología.

Para la realización del tendido, se desplazaron a Canarias como director técnico, el ingeniero de la Telegraph Construction and Maintenance Company Ltd, Mr. Brunner y el ingeniero de la CTNE y subdirector del primer distrito de la misma, señor García Rebollo. El cable fue tendido por el CS Dominia, que llegó a Tenerife el 20 de septiembre de 1929, e inmediatamente comenzó el sondeo para realizar el tendido, llegando a la bahía de Sardina el 21 de septiembre de 1929 sin incidentes para comenzar los trabajos de sondeo. El tendido como tal finalizó el 24 de septiembre con un presupuesto total, comprendiendo el tendido y los equipos terminales de 1.250.000 pesetas, incluyendo también equipos repetidores en las estaciones terminales de Gáldar y Regla. La inauguración del cable tuvo lugar el 24 de octubre de 1929, en un acto paralelo en ambas islas, y con las intervenciones de los gobernadores militares y civiles de las Islas, alcaldes y muchos otros funcionarios que intercambiaron los saludos protocolarios. Sólo se operaba este servicio para las líneas de CTNE con base en Santa Cruz de Tenerife en 1929. No había comunicación ni con el Valle de la Orotava ni con las líneas de la RTIT

Imágenes del Tendido del cable interinsular en Sardina (Gáldar). Fuente: Cabildo Insular de Gran Canaria y Fundación Telefónica

Telefónica pasó entonces a perseguir la comunicación de Canarias con el conjunto de España y, a través de la red de la compañía, con las redes europeas y transatlánticas. Del mismo modo, una estación radiotelefónica en las Islas podía servir de paso intermedio para la conexión de la Península con Sudamérica o África, lo que añadiría un importante factor de rentabilidad a la inversión realizada. Las conexiones radiotelegráficas con Sudamérica quedaban fuera del monopolio de la CTNE, y la irrupción en ese sector de un actor tan potente como Telefunken, a través de Transradio, podía suponer también un potencial factor de riesgo para su control de las comunicaciones radiotelefónicas si esta compañía desarrollaba un servicio propio, algo que sus planes de instalar una potente y moderna emisora en San Lorenzo (Gran Canaria) estaba en vías de posibilitar (véanse los apartados siguientes en este mismo capítulo). Por tanto, la conexión Canarias-Península por vía telefónica no buscaba sólo satisfacer el tráfico de comunicaciones entre esos territorios, sino que tenía una notable proyección estratégica para Telefónica tanto en la búsqueda de nuevos mercados como en la defensa de su posición dominante en el creciente mercado de la radiotelefonía, ahora que sus apoyos políticos iniciales habían perdido gran parte de su influencia con el paso de la dictadura de Primo de Rivera a la “dictablanda” de Dámaso Berenguer.

Telefónica se había opuesto de manera frontal a la concesión gubernamental de un servicio radiotelefónico a Transradio cuando se le permitió utilizar, en 1928 y a título provisional, los dos grupos de instalaciones radioeléctricas de Madrid-Aranjuez-Alcobendas y Barcelona-Prat-Campo de la Bota, y prestar con ellos los servicios radiotelefónicos internacionales. Poco tiempo después, el ministerio de Comunicaciones dictó una orden obligando a la CTNE a conectar su red con la estación radioeléctrica terrestre de cualquier entidad autorizada para realizar ese servicio, en caso de comunicación radiotelefónica directa desde un barco o una aeronave, con un abonado a la red telefónica española. Por la misma disposición, las entidades concesionarias de servicios de radiocomunicación con permiso para efectuar los radiotelefónicos quedaban obligadas a conectar sus estaciones de radio a la red telefónica en caso de petición de comunicación con una estación móvil. Incluso desde el propio organismo público de Correos y Telégrafos, venían propuestas de nuevos servicios basados en el canal radio, como la instalación de un sistema de comunicación múltiple de alta frecuencia entre Madrid y Barcelona. Parece lógico que, desde su posición de detentadora del monopolio telefónico, CTNE viera con aprensión estos movimientos y buscase acelerar la instalación de sus propios servicios radiotelefónicos para la conexión Canarias-Península. Estos se incluían dentro de un objetivo estratégico que era convertir a Madrid en el centro europeo de comunicaciones con América del Sur.

Quedaba por ver la localización exacta de la estación, algo que, como ya se ha tratado, fue utilizado por la compañía como medio de presión para obtener el acuerdo del cabildo de Tenerife para la cesión de la RTIT en condiciones ventajosas. Sin embargo, ya en 1927 aparece Tenerife como lugar de construcción de la estación en los proyectos de la Compañía. En principio se habían designado dos localizaciones para la estación: El Tablero para la emisora y El Ortigal para la recepción, en la creencia de que “hay que poner entre ellas un espacio de más de 15 kilómetros como mínimo para evitar que puedan interferirse; este riesgo es tan grande en la estación receptora, y su funcionamiento tan delicado, que hasta los camiones y coches de una carretera próxima pueden interferir en ella” algo que los trabajos posteriores pudieron desmentir, de modo que la estación (ya única) quedó instalada en 1931 en El Tablero, en La Laguna, en unos terrenos cedidos por el Cabildo una vez se confirmó que la instalación se iba a realizar en Tenerife7.

La estación en sí constaba de cuatro torres, que sostenían dos antenas, una para el día y otra para la noche, de 20 y 30 metros de longitud, las cuales estaban orientadas hacia Madrid. La emisora podía alcanzar hasta 30 kilovatios de potencia y estaba formada por un oscilador de cristal de cuarzo, un preamplificador de 500W y un sistema de tubos armónicos multiplicadores de frecuencia. Por su parte, la estación receptora trabajaba en las bandas de 14 a 60 metros (5 a 20 MHz). Se basaba en un sistema superheterodino compuesto por un amplificador de dos etapas, un primer detector que convertía la frecuencia de señal recibida a una intermedia de 400kHz, varios pasos de amplificación en la frecuencia intermedia y un segundo detector que reducía la frecuencia intermedia a la original de la voz. El equipo emisor/receptor de Madrid era el que ya prestaba servicio con Buenos Aires (salvo las antenas, adaptadas a las longitudes de onda empleadas en cada caso), lo que condicionaba los horarios de operación. Para Canarias se reservaban los enlaces de 8:00 a 11:00 de la mañana; de 12:30 a 14:00 y de 17:00 a 19:00 de la tarde, mientras que la comunicación con Buenos Aires se efectuaba de 11:00 a 12:30 y de 14:00 a 17:00 de la tarde, aunque se pretendía que el servicio pasase a ser permanente (algo que no se consiguió hasta 1934). En el complejo se construyeron también viviendas para el personal especializado a cargo de su funcionamiento (hasta cinco técnicos operadores, un jefe de estación y dos turnos, cada uno de dos operadores).

Estación radiotelefónica de El Tablero, La Laguna, Tenerife. Fuente Fundación Telefónica

La puesta en servicio tuvo lugar el 22 de enero de 1931 y se realizó simultáneamente en ambas islas, lo que permitió conectar la red canaria con la Península y con todos los enlaces internacionales de CTNE. Por tanto, Canarias entraba en la época republicana estando, por primera vez, no sólo conectada por medios tradicionales como el telégrafo, el barco y, de forma incipiente, el avión, sino en disposición de poder mantener conversaciones radiotelefónicas o seguir los acontecimientos internacionales a través de la radiofonía. 1931 supuso, por tanto, el final del aislamiento de Canarias en materia de telecomunicaciones.

Publicidad de CTNE relativa a la conexión con la Península aparecida en la prensa canaria

Notas:

  1. Véanse Los orígenes de la Telefonía en Canarias , La telefonía en Canarias entre la Gran Guerra y la llegada de la CTNE , La llegada de la C.T.N.E. a Canarias
  2. Las de primera categoría serían Madrid, Bilbao, Ciudad Real, Cuenca, Sigüenza, Valladolid, Zaragoza, Logroño, León, Lugo, Córdoba, Granada, Sevilla, Lérida, Gijón, Coruña, Vigo, Cádiz, Tánger, Melilla, Málaga, Almería, Alicante, Valencia, Palma de Mallorca y Las Palmas. De segunda categoría serían Huelva, Larache, Ceuta, Ibiza, Ciudadela y Tenerife. CRUZ (2017), p. 4.
  3. “Boletín Científico” en España y América, 1 (XVI), noviembre 1916, pp. 130-138. Esta primera solicitud sería desestimada por real orden de 10 de noviembre de 1916. Las razones aludidas se referían al monopolio de emisiones de telegrafía hertziana concedido a la CNTSH. Para más detalles, pueden consultarse los artículos del propio Antonio Castilla, bajo el título “Telefonía sin hilos” en La Energía Eléctrica, núm. 9, 10, 11, 12, 13 (XX), a lo largo de 1918, pp. 98-101, 109-114, 131-135, 142-146, 165-166.
  4. Madrid Científico, núm. 910, marzo de 1917, p. 117. la CNTSH, su rival y usuaria de las patentes de Marconi argumentaba que el llamado “sistema De Forest”, eran simplemente una copia de las estaciones de telefonía sin hilos del sistema Marconi. Este debate se puede seguir en parte en La Energía Eléctrica, 25 de abril de 1918, p. 96 y en CRUZ (2017), p. 9-13.
  5. En principio se habían barajado dos posibles puntos de amarre en Gran Canaria: la playa de las Nieves, en el puerto de Agaete o en el de Sardina de Gáldar, pero finalmente fue este último el elegido por las mejores condiciones de los fondos marinos en la zona. De hecho, este ha sido posteriormente el punto de amarre de otros cables de la familia PENCAN.
  6. Véase LATIMER, K. E.; VEZEY J. R. (1931) “Tenerife-Gran Canaria And Algeciras-Ceuta Submarine Cables” Electrical Communication Volumen IX Num. 4, pp. 226-235 para las características técnicas y Diario de Las Palmas de 24 de septiembre de 1929, p. 2 para el citado comentario.
  7. LACGCT 1928-1929, acta de 10 de abril de 1929, p. 359-360. Se recoge también en la Gaceta de Tenerife, 11 de abril de 1929, p. 2.
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