Tras su invención en el último cuarto del siglo XIX, la telefonía, -la que ahora denominamos «la telefonía fija», para diferenciarla de la de acceso vía radio «la móvil»-, se desarrolló y desplegó mundialmente, soportada sobre líneas metálicas, mayoritariamente de cobre (en algún caso se empleó el hierro y el aluminio).
Primero fueron sólo sencillas redes telefónicas particulares, locales o municipales, manuales y aisladas, y luego creciendo exponencialmente, interconectándose y aumentando en complejidad y automatismo, las redes alcanzaron su pleno desarrollo, en los años 70-80 del pasado siglo XX, siempre sobre la base de agregar nuevas lineas de acceso metálicas, formadas por un par de hilos de cobre, el denominado «bucle de abonado».
Podemos decir que, en nuestro país, la capilaridad de las redes telefónicas de acceso de cobre a finales del siglo pasado, alcanzaba a la práctica totalidad de la población, atendiéndose el compromiso de prestación del servicio «universal».
Pero la historia no termina aquí.
Durante ese mismo tiempo, los servicios de telecomunicaciones dejaron de ser solo de voz…
Las prestaciones del bucle de cobre demostraron ser más que suficientes para soportar los servicios de voz y datos de alta velocidad (~hasta 10 Mbps en media) soportando también video y televisión en una gran cantidad de hogares distantes hasta unos pocos kilometros de la central telefónica, quedan limitadas sin embargo, para atender la siempre creciente demanda de ancho de banda de los nuevos servicios de la era de la Sociedad de la Información (vídeo de muy alta definición y 3D, «internet de las cosas», servicios donde una baja latencia es crítica, etc.).
El nuevo reto es por tanto conseguir un acceso universal de muy altas velocidades a todos los hogares. Y para esto, el bucle de cobre quedaba definitivamente descartado.
Si bien el desarrollo de los sistemas digitales vía radio UMTS, GSM y 2G, 3G, 4G y ya 5G y futuros siguientes, se postulan cada vez más, como una alternativa más capaz, hasta el momento, no consiguen las características de seguridad y de velocidad estable, que se obtiene con un «fino pelo» de fibra de vidrio accediendo al domicilio de los clientes. Es el momento de la FTTH (del inglés Fiber To The Home).
Así Telefónica, después de valorar (y experimentar) diferentes soluciones de alcance de las nuevas red de fibra con diferentes niveles de despliegue (sustitución) de la fibra óptica, llegando con la misma hasta el armario (central remota tipo MUXFIN) o el propio edificio, se decidió finalmente apostar por la solución definitiva, la sustitución integral del veterano acceso de cobre en su totalidad. Lo que marca el principio del fin de las redes telefónicas convencionales.
El plan, en el que se viene trabajando desde 2009, comenzó definitivamente en noviembre de 2015, como se nos contaba en esta entrada de la CNMC, con el cierre de las dos primeras centrales, las de Can Rabella en Sant Cugat del Vallès (Barcelona) con 432 accesos y la de Los Peñascales en Torrelodones (Madrid) con 1390. El área de servicio de estas dos pequeñas centrales telefónicas, se integra en la de su Central Cabecera FTTH que será la que sobrevivirá como centro de telecomunicaciones según el plan previsto.
Desde ese momento queda un largo y lento camino por recorrer para que se complete el plan del cierre del cobre, pero según el plan en marcha y los ritmos actuales, y a pesar de la enorme complejidad, nos atrevemos a decir que la vida de las redes de cobre, que nacieron con el mismo teléfono en 1876, apenas sobrevivirán en servicio los doscientos años…, y esto a nivel mundial, alcanzándose mucho antes ese momento en nuestro país.
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